Cuatro elementos que aluden al orden sagrado de la especie, encuadrados en el devenir, en lo posible y en el aprendizaje que sostiene el perdurar de las criaturas, conforman esta obra de César Bisso. Tomados del pasado algunos y elaborados en el hoy otros, estos poemas nos hablan inequívocamente de permanencia. Del deseo devenido mandato para mejor así sostener la multiplicidad. Hay aquí dolidas voces que emergen de un fondo acuático para recordar su paso por la tierra, para renovar la promesa del fuego en cada espíritu y soplar dentro de cada uno el hálito de su inmanencia. Bello e intenso, Permanencia encarna el azaroso decurso y hallazgo de lo maravilloso como culminación de la travesía.
Leonardo Martínez
El molino
El alto girasol
almacena la bondad del aire
entre ciegas telarañas de silencio.
Con los pies en el agua
reanima la potencia dormida,
sujeta con firmeza párpados de cielo.
A puro fuego, músculo
que tensa el deseo,
la energía del vientre generoso.
Desde lo hondo de la tierra
sostiene la vida,
la despoja de cobardía y olvido.
a Rubén Vela
El boxeador
Quien aspira al trono de papel
puja por revelarse mago,
inventa conjuro de obediencia
para que se rindan las palabras.
Ellas, astutas, feroces
incitan al guerrero a elegir
los recuerdos que más hieren.
Y cuando culmina el combate
alza el puño, exhausto,
ante la dura soledad del poema.
El próximo paso
Sin rumbo en la noche
navega el sueño,
se entrega al dogma
de lo irredento.
Su mano
fluye sin prisa
entre mudas señales.
Pronto,
la muerte se desnuda
frente a sus ojos.
Lo invita al sacrificio de dar.
Abrigo de lo nunca revelado.
Partir. Más allá de la raíz
aguarda la palabra.
Uma
Despiertas en el desierto.
Intuyen tus ojos
la estrategia del lobo.
Debes romper el puño,
hasta que la piedra
te sienta suya
y abra el corazón.
No es fácil eludir
la horrenda boca
de quien te devora.
Son dentelladas atroces,
laceran la carne.
Debes abandonar el hueco,
la noche del espanto.
Una niña golpea
la piedra desde afuera.
Ella ilumina la sangre.
Llegarás a sus brazos
y sentirás la piel.
La sombra ya no cegará
tu mirada.
Otra luz. Otro silencio.
Sal en busca del asesino.
Mátalo con grandeza.
Después, el viento abrazará
lo inasible. Esfumará la culpa.
Repararás con dolor.
No olvides: él te ha matado antes.
Sin retorno
Alguien narra desde la argucia política
un horizonte donde ningún sol se oculta.
Incapacidad de quien habla para sí
en nombre del Otro.
Nunca sabrá si la poesía es salvación.
Ni siquiera sospechará la justicia del silencio.
Pasaje
Amanecida,
mi madre reanuda el camino,
orilla la rústica naturaleza.
El eco del viento
la torna río un instante.
Bondadosa luz
el oleaje de sus pies
tras de mí.
En reversa
Hablan con mi voz, aman con mi corazón,
2deambulan de un sueño a otro.
Alumbran lo que la lluvia trae y el río lleva.
Ellos conservan la derrota del olvido,
la ilusión del retorno, los días más felices.
Van tras la huella de años acallados.
Ignoran la ausencia, el grito de los huesos,
las mudanzas del dolor.
El agua despeña, el cielo vacila.
Moja la calle de arena,
la casa crujiente, el patio, los naranjos.
Entonces
mis muertos renacen,
se alzan a compartir los panes del deseo.
Publicó hasta el momento los siguientes libros de poemas: Poemas del taller, La agonía del silencio; El límite de los días; El otro río; A pesar de nosotros; Contramuros; Isla adentro. Actualmente, se encuentran en edición una antología de obra revisada (Las trazas del agua) y un nuevo poemario (Lluvias y regresos).