Eduardo Dalter
30 POEMAS
(1984-2006)
De Estos vientos
Buenos Aires, 1984
Nadie estuvo en sus ropas, en su patria, en sus raíces.
Un silencio de lobo avanzó y corcoveó por estas calles.
El terror derribó puertas y espió por las mirillas.
Una conmoción de muerte, de la puerta para afuera
y de los ojos para adentro, nos exilió del otro
y fuimos gente sola, de mirada huidiza, en los rincones
como las hojas tristes que los vientos amontonan.
De Silbos
Buenos Aires, 1985-1986
Faltan las palabras,
o sobran otras veces.
Los hechos las deciden
necesarias o las ahogan.
Las abren y evidencian,
y las golpean día a día.
Están bajo juicio sumarísimo.
Hemos practicado, además
de la desmemoria, el hastío
y la atroz mueca de cruzar
cada vez con una arruga,
y hemos puesto, o deseado
poner, nuestros nombres,
y vuelto con una sequía
chorreando en cada ojo.
Dejá que entre la luz,
dejala que entre,
que se acomode,
que abra su valija;
no vayás a echarla;
dale de comer;
dejá que ande por la casa.
De Hojas de sábila
Buenos Aires, 1987-1992
Seguramente haya otro lugar
más allá de este pozo
y de este horizonte seco
y quebradizo. Un lugar
para sentirse más palpable
y que hay que edificar aquí.
Hay un momento en que antes de ir,
de volver, el ave, o pájaro extraño
--formas humanas de este vuelo--,
mira ensimismado su plumaje;
hay un momento, o borde o filo,
en que calla, calla, y canta al fin
unas pocas notas ásperas.
De Aguas vivas
Buenos Aires, 1993
DEFENSA DE LA POESÍA
Palabras con mi hijo
Porque, aunque no lo creas
--plano más concreto--,
la luz de las estrellas
también vuela
y, además, el horizonte
es una línea tan cambiante
de acuerdo a cómo vires
el rumbo de tus pasos.
*
De esta arboleda
tomá tu color
o tu desdicha; y tomá
tu mar, tu vaso...
Todo suena, pareciera,
a nueces secas. Pero
también suena un río
grandioso
que aún no escuchas.
A mis zapatos remendados
yo los quiero;
mis zapatos con cartón debajo
y nylon debajo
para que no entre el agua
de la lluvia
ni el agua de cuando baldean
las veredas.
Mis zapatos húmedos y tibios
de mí y con polvo de camino,
mi camino.
Descansando ahora, debajo
del mueble
--pueden verlos--,
y mirando gozosos cómo escribo
reclinado en la cama todo
esto
y cómo abracé hace un momento
al Caribe hondo y voraz
de Aimé Césaire y Saint-John
Perse.
Zapatos, zapatos excedidos
de mí
hasta deformarse, cuartearse
y agujerearse.
Pero listos y hermanos
y comprendiendo, pareciera,
cuál es la estrella fugaz
y cuál es ésta. Y vamos,
yo adentro de ellos
en la parte que les toca.
Denostados, sin embargo,
torpemente,
por una mujer, ciega mujer,
abandonada mujer, sola mujer.
Dejadme cruzar la calle,
poesía,
poesía de los salones,
las rondas, los concilios,
que vengo de galope yo
con mis zapatos!
Después del poema
el poema debe seguir y seguir
hasta el poema.
Mas si el poema no sigue
después del poema,
el poeta o bien flaquea
o bien es de papel
o bien de tinta.
No le creas al poeta
al que después del poema
se le concluye el poema.
No le creas
o bien creé,
en el mejor de los casos,
que flaquea
o que su ser tiene
interferencias,
mutilaciones, o huesos
indecisos
--sea Neruda o sea Thomas
Eliot--.
Después, después del poema
el poema debe seguir y seguir
hasta el poema.
De Mareas
Buenos Aires, 1993-1995
VIEJA POSTAL VENEZOLANA
En la orilla abrupta duerme
de honda mar un tiburón
con una herida corta
y abierta en U como su boca
triste, triste
bajo el blanco sol
y entre algas abundantes
y una botella rota de cerveza.
Luna, grave
luna, encima
de los tejados
ya húmedos;
y las calles solas,
solas,
donde se va
esfumando
la estela
de tu aliento
a cada paso.
Un poema es una piedra
y dos de esas piedras
no son
sino el comienzo
o parte de un camino.
Un poema es una piedra
que bien puede
en la niebla
marcar rumbo.
Un poema en la noche
brilla
con luz propia.
De Las costas del golfo
Buenos Aires, 1994-1995
Viento, háblanos del mar
que hoy estamos algo así
como aburridos, como tristes.
Afuera, ves, llueve,
llueve con ganas
y contigo. Háblanos
también de las costas
de Chacachacare y de Macuro
mientras tomamos el café
y miramos la ventana.
Háblanos
así, del oleaje
torrentoso dando en los cargueros
que se inclinan
en las Bocas,
que hoy estamos desolados
y deseosos de tu magia.
* El autor vivió en Güiria, poblado costero venezolano, durante 1977 y 1978,
y a esa experiencia corresponden los poemas del libro Las costas del golfo.
De Macuro
Macuro, Río Caribe, 1996 y 1998
El alacrán
y la culebra
son nuestros vecinos
de lo alto
y de
lo bajo.
Debemos pasar
siempre cerca
de sus bocas
y sus ojos.
También ellos
ven el mar,
su galope
eterno
y su negrura.
El alacrán
y la culebra
milenarios
son nuestros vecinos.
De N.Y. Postales para enviar a los amigos
Nueva York, Buenos Aires, 1998-1999
Cercanía del Harlem
En esta plaza brumosa, raleada,
estoy solo con los pájaros
--alas oscuras, casi quietos,
chistar agudo--.
Pasa gente con aire distraído
y gesto triste,
hamacando los hombros,
mirando hacia los árboles.
Gente sola, de sino y ropas pobres.
Caracas o Guarenas parecieran estar
a la vuelta,
pero no. Es éste el primer mundo
con sus caños oxidados
que gotean
en el patio y en los techos
y con el dolor también
(no digas que no)
entre las vértebras.
Y el murmullo, sí,
que va poblando los instantes.
Camión azul de Brooklyn
Corazón, corazón
zurcido con alambre;
alma, alma,
también zurcida;
y piernas y brazos
juntos,
aunque a veces desconexos.
Oh camión azul
de Brooklyn, detenido,
tercermundista,
¿abandonado?,
en la calle lateral
del cementerio.
Cruces, cruces,
monolitos,
detrás de la pared.
Corazón, corazón
zurcido
como un camión azul
de Brooklyn.
Escuchad el viento:
John Coltrane
No quiero armonía;
escuchad
el viento que saco entre mi lengua
y mis dientes
y pasa cortante
por mi saxo.
No quiero armonía;
quiero
perforar el aire;
quiero
rehacer el rumbo de la calle
y andar después
grave, distante,
musitando y callando
a todo piano.
Pájaro abismal
Hay un pájaro de humo negro
que da la vuelta al mundo.
Y hay una planta aún más negra
que envilece el agua, el aire...
y crece, crece.
Hay un pájaro de vuelo letal,
pico letal,
con los virus y anticuerpos
necesarios,
infundido ya, confundido ya,
que da la vuelta al mundo.
La polución del aire y la polución
del pensamiento. La polución
de la mirada y la polución
de la costumbre. La polución
del gen y la polución
de las naciones.
Hay un pájaro de humo negro
que da la vuelta al mundo.
De Bocas baldías
Buenos Aires, 2000-2001
Una botella
rota
en la cuneta,
¿quién la bebió?,
¿quién
la rompió?
Una botella
rota,
con su etiqueta
y su barro.
Su pico
apunta
al cielo,
y si te acercas,
a tu frente,
como un dedo
vacío,
sin uña,
sólo borde.
Una botella
rota,
más allá de todo
olvido,
en la media cuadra
del suburbio.
Andén
Un hueco, un vacío
de tormenta
en las miradas,
en la voz, las voces,
y un desierto
precario
en la espera.
Ese hombre inclinado con su palo
en medio del basural,
donde las bolsas de nailon
y los olores gruesos,
en marejada,
cubren el paisaje,
no busca la felicidad,
en cualquiera de sus versiones,
o acaso sí
creyó ver un atajo
allá, en los límites
del horizonte,
entre bolsa y bolsa,
o recuerdo y recuerdo;
una felicidad fugaz,
con un palo,
o posible o creíble,
mientras el sol lo alumbra.
Arden siete gomas,
por hambre,
unas sobre otras,
y arden cajones,
cartones,
trapos viejos.
Sube el humo negro,
se desparrama,
adensa el aire,
como si fuera a llover,
tronar,
por hambre,
inundar todo.
Todo arde,
por hambre:
las miradas,
las espaldas, las manos.
Y sube un desierto
caliente,
por hambre,
por la ruta, la banquina.
Las voces, los gritos,
son relámpagos
entre el humo
más espeso.
"Los políticos", dice
una mujer robusta
con un niño
y sigue hablando,
gritando,
por hambre,
en el medio de la calle.
De Marcha de los desocupados
Buenos Aires, 2002
VI A MI PAÍS DOBLARSE...
Vi a mi país doblarse, contraerse,
de dolor y asfixia
bajo un infecto mar de propaganda.
Las gentes desoladas querían creer
en los destellos
y el país era una fiesta
próxima
en el destino ligero y cibernético.
Nadie imaginaba quedarse atrás
en el revuelo
que había traspasado los límites
innecesarios y trágicos
de la cultura de aldea,
de la economía de aldea
y de una historia
pérfida y frustrante.
Los malheridos y contusos
y hasta insomnes y excluidos
--que todo renacer
trae consigo--
eran apartados de la escena
con la cansada arrogancia
de quien aparta un trasto
o algo ya molesto.
Vi doblarse y contraerse
de dolor y asfixia
a mi país
y vi los gestos
desbocados de la absurdidad
y la inconsciencia.
De Informe de barbarie
Buenos Aires, 2002-2004
DESOCUPADO
Salmo 2000
Un desocupado, Dios, es una pieza única
que hace a tiempo completo su trabajo;
una pieza insustituible
a todo el engranaje;
una mudez; un grito; un balbuceo;
un canal nivelador
que espera aguas,
aparentemente más cerca de la sequedad
y el olvido
que de la administración planificada
de riquezas.
Un desocupado, Dios, con su desierto
y su niebla,
vital a este equilibrio de espejismo,
donde cada cosa empuja o devora
a cada cosa.
Se repite, se confunde, y se alza
ya como discurso
de escena, que el desocupado está
desocupado
de toda función o todo uso,
mientras la máquina infernal, abismal,
ahonda el pozo.
De El mercado de la muerte
(43 escritos breves)
Buenos Aires, 2004
POETAS SUMERIOS
Vivieron, brillaron y atravesaron, en tablillas,
los siglos y milenios del mundo; el rapaz
invasor mascachicle los pulverizó una noche.
INSTANTÁNEAS
Una maternidad convertida
en ruinas. Una ruina convertida
en casa. Y un pozo que fue un mercado.
UNA MIRADA
Entre escombros, un niño
mira, mira, por un boquete,
lo que no puede aún creer.
De Canciones olvidadas
Buenos Aires, 1995 y 1996; inédito
El tren de las 12.50
viene por Nidia desde Bosques.
Pita entre las rancherías
y los desechos de Ardigó
estremeciendo todo.
Ella lo espera fumando
y mirando los árboles de enfrente
en el viejo andén de tierra.
Así todos los días, como un rezo.
Los caminos se abren
o se cierran
según sean tus cauces.
Silban vientos
altos
o silban víboras.
Se arroja
la marea, o apenas
se anilla
en dibujo leve
el charco.
Tú trazas tu mapa,
y lo respiras.
De 7 Poemas
Buenos Aires, 2006
DESTINOS
(Casi una poética)
Tu destino te sorprenderá
cada momento.
WILLIAM BLAKE
Desde qué orilla abrir, cerrar
los ojos;
desde cuál punto de qué orilla.
Cada orilla,
cada punto de orilla adelanta,
en su cielo
y horizonte, una respuesta
diferente
que supone cada palabra que
se imagine
o que se diga. Todo camino
comienza
a abrirse según donde decida
afirmar
uno los pies y hacia dónde
apunte
uno su historia y su mirada.
Uno eligió
--o eligió por uno el fuerte
viento--
cada segundo, cada
rumbo,
cada sendero ahondado o
vasto
y nada puede salvarse en
un cruce
ni en un momento solo que
se abra.
La suerte, o mala suerte,
siempre
estuvo despierta y estuvo
echada
como una apacible leona
al pie del árbol.
Eduardo Dalter nació en Buenos Aires, Argentina, en 1947 Obra: “ Aviso de empleo”, ” Las espinas del pescado”; “ En las señales terrestres”; “Canciones olvidadas”;”7 Poemas”;” Nidia”, entre otras de una vasta producción.