LO ALBERGADO. María Paula Alzugaray. 2008.
La publicación de un primer libro muchas veces supone una experiencia que mezcla cierta inocencia con algo de intrepidez, y que implícitamente conserva cierto margen de error que el tiempo y los futuros libros, donde las voces pueden irse consolidando, terminan disculpando.
Nada más lejano de ese contexto en la aparición de “Lo albergado”, primer libro “publicado” –aguardan otros libros anteriores inéditos- de María Paula Alzugaray. Aquí ya tenemos a una poeta hecha, dotada de una madurez y una voz que dan cabida a una poesía delicada y a la vez rigurosa. Por otra parte, ya se venía dando a conocer su obra a través de la aparición fundamentalmente en diferentes antologías, pero donde igualmente la concreción en libro individual ya se reclamaba desde largo tiempo.
Es dable reconocer que la espera ha valido la pena, y tan es así que para hacerlo ha elegido la autora un libro “objeto”, con una edición casi artesanal, la cual confluye perfectamente con la calidad poética del mismo.
Sobre los poemas subyace la mirada hacia el paisaje de la infancia, desde donde se va construyendo un trayecto que ilumina esos recovecos donde resuena la voz del pasado, a la vez que se crea belleza. También la poeta deposita esa mirada sobre el cuerpo y los afectos.
Precisamente en el poema “Lo albergado” Alzugaray señala que “…Ignoraba/ que en el corazón del hogar casi aséptico/ también había vida/ objetos yermos que me preservaban”, siguiendo así a Bachelard cuando dice que “las imágenes de la casa marchan en dos sentidos: están en nosotros tanto como nosotros estamos en ellas.”
Ya Beatriz Vignoli marcó acertadamente al comentar este libro las influencias de la autora, tales como una sutil presencia del modernismo –que podríamos enmarcar de modo más general en cierto gesto “clásico”-, que le permita decir a la poeta “¿Qué luz viene de ti/ que me enceguece?”-, o los caminos ya iniciados por Beatriz Vallejos y Concepción Bertone. También se ha ocupado de señalar que su olfato poético no husmea precisamente en la no del todo bien llamada “poesía de los noventa”. Y podemos agregar que, respecto a ese pasaje del lugar de la infancia, Coronda, a la ciudad de residencia, Rosario en el caso de Alzugaray, encontramos un valioso antecedente en la poesía de otro corondino que ahora vive en Buenos Aires, como César Bisso.
Lo cierto es que en la construcción del libro se reconoce un trabajo intenso del poema, el cual, a pesar de la tradición modernista que la propia actora reconoce, se construye mayormente a través de la concisión. Y en la contemplación que predomina en la obra siempre están los ojos de la poeta, deteniéndose sobre las cosas o sobre el pasado, pero nunca a pesar de ello abrumando con su yo, si no más bien invitando en un susurro: “¿Cómo decir patio/ sin que se quiebre el barandal del recuerdo?”
Y finalmente, elige para cerrar el libro un verso que confirma lo que logra “Lo albergado” durante todo su desarrollo, es decir, la posibilidad no sólo de la poesía si no del decir en poesía: “… y esto cabe en una frase”.
Lisandro González